México, D.F., 12 de enero (apro).- Ante el incremento especulativo en el precio de la tortilla, Greenpeace sostuvo que las medidas adoptadas para combatir ese problema, son hasta ahora inadecuadas, ya que abren las puertas de la contaminación transgénica y aumenta el peligro de consumo de maíz de mala calidad.
La organización ambientalista señaló que la propuesta del gobierno federal de aumentar las importaciones de maíz de Estados Unidos en 450 mil toneladas adicionales para paliar el aumento en el precio de la tortilla, no resolverá las causas del incremento del precio del maíz.
Por el contrario, sólo incrementará las posibilidades de contaminación transgénica del maíz mexicano, y “nos forzará a consumir un maíz riesgoso y de mala calidad”, dijo Areli Carreón, una de las responsables de la campaña de transgénicos de Greenpeace.
En conferencia de prensa, Carreón explicó que el aumento en el precio del maíz se debe a múltiples factores: el alza en la demanda del maíz en Estados Unidos para producir etanol; el control y especulación de precios que ejercen corporaciones nacionales, como Maseca, e transnacionales, como Cargill y la National Corn Growers Asocciation, de Estados Unidos, entre otros; las inadecuadas políticas del gobierno mexicano que han generado una dependencia del país hacia las importaciones de alimentos; la desaparición de Conasupo; la falta de apoyo a los productores de maíz, y la falta de precios de garantía, entre otros.
En este sentido, advirtió que aumentar la dependencia de México a las importaciones de maíz, base de la alimentación de los mexicanos, “es la forma más segura de ceder nuestra seguridad y soberanía alimentarias y nuestra autonomía política y económica a Estados Unidos”.
Dijo: “Lo que el gobierno federal tiene que hacer frente al escandaloso aumento del precio del maíz es ir a las causas de fondo; es decir, fomentar y defender la producción nacional de maíz blanco, para asegurar que contemos con suficiente grano de alta calidad, no transgénico y a precios accesibles, además de crear oportunidades de empleo e ingresos en las zonas rurales”.
Añadió que también se debe evitar el control monopólico del grano, que ahora está en manos de empresas como Maseca, Cargill y los supermercados, “cuyo fin es el lucro y no el bienestar popular”.
Carreón explicó que en Estados Unidos sólo se cultivan cada año 2.5 millones de toneladas de maíz blanco, que consumen los mexicanos. El resto de la producción de ese país, 285 millones de toneladas de grano al año, corresponden al maíz amarillo, el cual tiene más de 1,500 usos industriales, entre los que destacan el forraje animal, la fabricación de derivados para la industria alimenticia, de plásticos y, recientemente, de etanol.
Señaló que los productores estadunidenses llaman al maíz “cash crop”, pues su producción está altamente subsidiada por su gobierno y su venta está asegurada, por lo que prácticamente siembran dinero en efectivo.
Además, dijo, de ser de un tipo de grano que, en México, se usa para alimentar animales y no para hacer tortillas, más de la mitad de todo el maíz norteamericano es transgénico.
De acuerdo con cifras de la National Corn Growers Association de Estados Unidos, el 52 por ciento de toda su producción de maíz ha sido modificada genéticamente, indicó.
“Es preciso recordar que los estudios tomados como válidos en México para permitir el consumo humano de maíz transgénico, han sido elaborados para el consumo de los estadunidenses, que es totalmente distinto al de los mexicanos. Nuestros vecinos sólo comen maíz indirectamente (al consumir carne de animales alimentados con este grano) o con una alta industrialización (aceite, harinas y otros derivados). Los mexicanos, en cambio, comemos maíz directamente todos los días no sólo como tortillas, sino preparado en más de 300 formas”, afirmó.
Añadió que los efectos de mediano y largo plazo que puede haber en los consumidores por comer diariamente maíz transgénico, son desconocidos, y no hay ningún estudio en curso para valorarlos; por lo que los riesgos para la población no se pueden prever.
“Es inaceptable que el gobierno pretenda forzarnos a comer maíz transgénico sin tomar esto en cuenta”, concluyó.
La organización ambientalista señaló que la propuesta del gobierno federal de aumentar las importaciones de maíz de Estados Unidos en 450 mil toneladas adicionales para paliar el aumento en el precio de la tortilla, no resolverá las causas del incremento del precio del maíz.
Por el contrario, sólo incrementará las posibilidades de contaminación transgénica del maíz mexicano, y “nos forzará a consumir un maíz riesgoso y de mala calidad”, dijo Areli Carreón, una de las responsables de la campaña de transgénicos de Greenpeace.
En conferencia de prensa, Carreón explicó que el aumento en el precio del maíz se debe a múltiples factores: el alza en la demanda del maíz en Estados Unidos para producir etanol; el control y especulación de precios que ejercen corporaciones nacionales, como Maseca, e transnacionales, como Cargill y la National Corn Growers Asocciation, de Estados Unidos, entre otros; las inadecuadas políticas del gobierno mexicano que han generado una dependencia del país hacia las importaciones de alimentos; la desaparición de Conasupo; la falta de apoyo a los productores de maíz, y la falta de precios de garantía, entre otros.
En este sentido, advirtió que aumentar la dependencia de México a las importaciones de maíz, base de la alimentación de los mexicanos, “es la forma más segura de ceder nuestra seguridad y soberanía alimentarias y nuestra autonomía política y económica a Estados Unidos”.
Dijo: “Lo que el gobierno federal tiene que hacer frente al escandaloso aumento del precio del maíz es ir a las causas de fondo; es decir, fomentar y defender la producción nacional de maíz blanco, para asegurar que contemos con suficiente grano de alta calidad, no transgénico y a precios accesibles, además de crear oportunidades de empleo e ingresos en las zonas rurales”.
Añadió que también se debe evitar el control monopólico del grano, que ahora está en manos de empresas como Maseca, Cargill y los supermercados, “cuyo fin es el lucro y no el bienestar popular”.
Carreón explicó que en Estados Unidos sólo se cultivan cada año 2.5 millones de toneladas de maíz blanco, que consumen los mexicanos. El resto de la producción de ese país, 285 millones de toneladas de grano al año, corresponden al maíz amarillo, el cual tiene más de 1,500 usos industriales, entre los que destacan el forraje animal, la fabricación de derivados para la industria alimenticia, de plásticos y, recientemente, de etanol.
Señaló que los productores estadunidenses llaman al maíz “cash crop”, pues su producción está altamente subsidiada por su gobierno y su venta está asegurada, por lo que prácticamente siembran dinero en efectivo.
Además, dijo, de ser de un tipo de grano que, en México, se usa para alimentar animales y no para hacer tortillas, más de la mitad de todo el maíz norteamericano es transgénico.
De acuerdo con cifras de la National Corn Growers Association de Estados Unidos, el 52 por ciento de toda su producción de maíz ha sido modificada genéticamente, indicó.
“Es preciso recordar que los estudios tomados como válidos en México para permitir el consumo humano de maíz transgénico, han sido elaborados para el consumo de los estadunidenses, que es totalmente distinto al de los mexicanos. Nuestros vecinos sólo comen maíz indirectamente (al consumir carne de animales alimentados con este grano) o con una alta industrialización (aceite, harinas y otros derivados). Los mexicanos, en cambio, comemos maíz directamente todos los días no sólo como tortillas, sino preparado en más de 300 formas”, afirmó.
Añadió que los efectos de mediano y largo plazo que puede haber en los consumidores por comer diariamente maíz transgénico, son desconocidos, y no hay ningún estudio en curso para valorarlos; por lo que los riesgos para la población no se pueden prever.
“Es inaceptable que el gobierno pretenda forzarnos a comer maíz transgénico sin tomar esto en cuenta”, concluyó.
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